martes, 4 de marzo de 2008

Charlie Wilson's War (2007)


Si lo que buscan es una película que entretenga y con la que se pueda pasar un buen rato, “Juego de Poder” puede ser una buena opción. Pero no esperen mucho más. No porque no haya nada más que rescatar de la película, sino porque demasiada expectativa probablemente genere desilusión.

En plena Guerra Fría, el congresista republicano Charles Wilson (Tom Hanks) inicia una batalla personal para lograr los fondos necesarios para financiar a los rebeldes afganos que pelean contra la invasión rusa durante los años ochenta. La historia narra todas las artimañas y alianzas a las que el congresista tuvo que recurrir para lograr su cometido, y los resultados obtenidos. Así, se juntará con el encargado de los asuntos afganos de la CIA (Philip Seymour Hoffman) y con una acaudalada e influyente mujer católica texana (Julia Roberts), quienes lo convencerán de hacer todo lo necesario para conseguir el financiamiento.

No estamos ante una gran película, pero, como ya hemos indicado, hay cosas interesantes que valen la pena discutir. Se trata de una reflexión bastante interesante sobre las decisiones que se toman durante la guerra y las motivaciones que los líderes pueden tener para llegar a tales decisiones. Lamentablemente, como es obvio y común en estos casos, la película no deja de ser tendenciosa ni propagandística en favor de los intereses norteamericanos, lo que molesta durante la mayor parte del film. Sin embargo ya sobre el final, el planteamiento se vuelve más crítico contra el sistema, los gobernantes y la guerra misma, lo cual termina salvando a la película.


Otro punto que llama la atención es el elenco. Sin ser extraordinarios, a nuestro juicio, Julia Roberts y Tom Hanks cumplen, por lo general, con brindarnos actuaciones adecuadas. Y esta vez no es la excepción. Quien si resalta, como también suele hacerlo, es Philip Seymour Hoffman, en el papel de un personaje estupendo, Gust Avrakotos, quien era de los pocos que originalmente estaba de acuerdo con facilitarles armas a los rebeldes afganos. Se trata de un personaje amargado por ratos, irónico y ácido, pero siempre lo suficientemente sobrio como para convencer a quien sea necesario de seguir sus ideas. Bien merecida tiene la nominación al Oscar y dicho sea de paso, todo el reconocimiento que alcanzó después de Capote, y que ya merecía desde mucho antes. También es interesante y entretenida la participación de Amy Adams, la misma de “Encantada”, quien le brinda una cuota amena a la película y se convierte en un adecuado y efectivo complemento para el personaje de Tom Hanks.

Retomo mi punto inicial. No esperen una gran película y saldrán contentos. No deja de ser, sin embargo, una interesante reflexión sobre la manera que tiene Estados Unidos de solucionar sus conflictos –un tema tan vigente actualmente-, y que, de paso, ayuda a recordar o conocer lo que sucedió en esos años en esa parte del mundo que siempre ha estado sumergida en conflictos y donde el interés americano ha traído más problemas que soluciones. No está de más recordar que entre los rebeldes que recibieron financiamiento y armas en esa lucha estaba nada menos que Osama Bin Laden. A tener en cuenta.

3 comentarios:

Anónimo dijo...
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Tanque de Casma dijo...

Hola Carlos
Ayer vi la película. Te confieso que la escogí sólo por su director y me defraudó bastante. Lo que dices sobre la reflexión sobre la política exterior norteamericana es cierto a medias. En realidad, la película no es autocrítica del apoyo que se le dio a los afganos y que derivarían en los talibanes y demás. Si te das cuenta, lo que recalca la cinta incluso con el epígrafe final es que el error de Estados Unidos no fue intervenir, sino no seguir interviniendo.
Bueno, un abrazo
Ernesto

Osamass dijo...

Es verdad lo que dices Ernesto, pero al igual que tú yo también debo decir que a medias. Tal vez la película no sea abiertamente autocrítica, pero solo el hecho de mostrar la forma en que Estados Unidos actúa en estos casos, aunque no digan si está bien o no, ayuda a que el público saque sus propias condiciones.

Sobre el final, si te doy la razón.